A pocos minutos de embarcados entramos al “Canal Arias”, ahí comienza la percepción real del medioambiente, y casi al final, una nostalgia prestada, espesura verde en ambas orillas con casi ninguna actividad productiva en lo que podría ser un vergel a pocos kilómetros del continente, …el viaje, casi en silencio de palabras, la realidad vendría en las charlas al final del recorrido.
Cruzamos el Paraná, recorrimos el canal “De La Serna”, hasta llegar al Miní, el paisaje y las sensaciones similares, que solo se cortaron frente a la imponente construcción de “la casa”, una construcción de las que hay pocas en el mundo y solo una en Argentina (https://passivehouseaccelerator.com/articles/passive-house-in-latin-america-and-caribe), en sí misma una demostración de fortalezas y conocimiento de la constructora, por la cantidad de rubros que intervienen, los diversos materiales utilizados, la logística de traslado de éstos y la maquinaria en un suelo y geografía tan particular.
Transcurrimos el día observando soluciones tecnológicas para “la casa”, y soluciones constructivas en el suelo de la isla.
A media tarde, emprendimos el regreso, si para muestra sobra un botón, reflexionamos, “si esto se puede, cuanto se puede hacer en el delta”, cuanto se hacía sin tecnología, cuantos habitantes había.
Lo invité a Horacio Battagliero a definir este verdor, las crecidas y las bajantes, la historia, el presente y el futuro, el calor, la humedad, la paz, el buen aire, la buena agua, las ventajas, las dificultades, el paisaje de verdes y marrones infinitos, intercambiamos recuerdo de antiguos pobladores, las obras hidráulicas hechas y las abandonadas, los vestigios de siembras históricas de frutales, “esto es el Delta” respondió, así arrancamos este viaje.
