Desde la ciudad se identificaba a las islas como una suerte de «país de los matreros»
Tan cerca y tan lejos. Así podría calificarse la realidad del delta del Paraná durante un siglo, al menos. Porque todo indica que en buena parte de nuestra historia las sociedades urbanas -con Buenos Aires a la cabeza- parecieron ignorar su existencia.
Esto no tendría nada de especialmente raro si no fuera que las islas ya proveían abundantes y variadas materias primas: madera, leña, carbón, frutas, pieles, etcétera.
La responsabilidad de esa producción correspondía a habitantes isleños (o isleros, como se les suele decir). Sin embargo, los que entre esa población se conocían en la ciudad eran exclusivamente aquellos dignos del relato policial y la leyenda aventurera. Porque es verdad que el delta -que por entonces se conocía como región del Carapachay- constituía eficaz refugio para quienes tenían problemas con la ley. Resultaba una suerte de «país de los matreros» o «matrería», al igual que la selva de Montiel, en el centro de Entre Ríos, y los montes del Tordillo, cerca de la costa atlántica bonaerense.
Se los tenía por gauchos y lo eran en todos sus aspectos, salvo que casi habían dejado de ser jinetes para convertirse en canoeros. Aunque el caballo no se había desdeñado del todo, al menos si se repara en una afirmación de Domingo Faustino Sarmiento, que dijo haber visto, en más de una oportunidad, un pingo haciendo de tirador náutico de una chalana.
Antes hubo otros testimonios de isleños. Los británicos hermanos Robertson dieron cuenta de carboneros, en interesante descripción: «Eran sujetos de apariencia feroz; el chiripá, largo hasta la rodilla, dejaba al descubierto sus piernas tostadas y musculosas, y llevaban un poncho sobre los hombros; las caras ennegrecidas por el carbón y las copiosas y negras barbas, patillas y bigotes acentuaban la fiereza de su aspecto. Los hornos de carbón, al arrojar un resplandor rojizo sobre aquellas salvajes figuras, dábanles apariencias de asesinos». Pero era sólo eso, apariencia, ya que se trataba de trabajadores que vivían con sus familias, como explican más adelante.